Saltar al contenido
Portada » Blog » Monte Penide

Monte Penide

El territorio que ocupa el ayuntamiento de Redondela ha estado habitado desde tiempos inmemoriales, tal y como muestran los restos arqueológicos que existen en las diferentes parroquias que lo conforman. Sin duda, los más destacados son los que se encuentran en el Monte Penide que, aunque de escasa altura, ofrece algunas de las vistas más destacables de nuestro entorno.

Destaca el mirador del Campo da Rata, donde hace unos años se ubicó un banco desde el que se puede ver la Ría de Vigo entera, desde su origen hasta la desembocadura: la isla de San Simón, las bateas, el puente de Rande y las islas Cíes, todo queda a un golpe de vista en un lugar verdaderamente privilegiado.

Por esta ladera transcurre la Senda da Auga, una ruta de senderismo que es al mismo tiempo parte del trazado del Camino Portugués en su variente por la costa.

Otro mirador bastante menos conocido está en el antiguo Castro de Negros, desde donde la vista abarca todo el valle del Maceiras y llega hasta la ensenada de San Simón.

En su parte más elevada, encontramos una zona de enterramientos tumulares formada sobre todo por mámoas (cámaras funerarias soterradas y cubiertas por una gran losa de piedra), aunque también podemos ver un antiguo dolmen conocido como mámoa do Rei a pesar de no estar enterrado.

Esta cámara funeraria conserv a algunas de las losas laterales, aunque la tapa superior ha desaparecido.

Con el Neolítico el culto a la muerte evoluciona a una forma de religión que establece la existencia de la vida después de la muerte, de ahí la creación de un ajuar funerario que acompañaría al difunto en la otra vida manteniendo elementos que pudieran resultarle útiles.

Esta zona de enterramientos tuvo claramente una importancia destacada en la época Neolítica, tal y como nos indican los petroglifos de Chan da Cruz. Los petroglifos guardan un mensaje que aún a día de hoy no ha sido descifrado, aunque sí tenemos algunas pistas, como que aparecen más concentrados en lugares de encuentro en un momento en el que el ser humano aún era nómada y seguía las rutas en busca de alimento y refugio. En todo el entorno los petroglifos aparecen orientados hacia el exterior de la ladera, por donde pasarían los antiguos caminos de migración, pero no es este el caso de Chan da Cruz, donde los petroglifos miran directamente a las tumbas neolíticas, de nuevo ofreciendo una información que todavía no sabemos interpretar.

Existe una leyenda asociada a este lugar que lo marca como inicio de la procesión formada por la Santa Compaña y que aparecía en este punto para recoger el alma de los difuntos de las parroquias que aquí delimitan: San Esteban de Negros, San Andrés de Cedeira, San Vicente de Trasmañó y San Xoán de Cabeiro.

Un poco más apartado está el antiguo castro de Negros, del que apenas quedan restos a día de hoy, ya que sus piedras habrían sido utilizadas para posteriores construcciones una vez quedó el castro deshabitado.

Los castros se construían en zonas altas que permitían una buena defensa y un control visual de todas las rutas de acceso. Las viviendas son tradicionalmente redondas, aunque después del asentamiento romano en la antigua Gallaecia empiezan a aparecer construcciones de planta cuadrada.

La parte más alta es la croa (corona) y, en el caso del castro que nos ocupa, tiene de nuevo varias leyendas asociadas. Una de ellas, la que más ha pervivido en el tiempo, es la de las camas de piedra que se encuentran en su cima. Una de ellas, hoy prácticamente desaparecida tras la colocación de una torre de alta tensión, es la conocida como Cama da Moura. En este lecho de piedra yacían las parejas infértiles para lograr concebir y tener un embarazo a término.

También se dice que la moura que habita el corazón de esta montaña la utilizaba para seducir a los jóvenes y convencerlos para que la desencantasen. De esta forma, se volvería totalmente humana y podría casarse y compartir la fortuna de su padre con su pareja.

El proceso de desencantamiento es totalmente distinto al que se describe en cualquier otra leyenda de mouros. En este caso, el joven tendría que esperar a la moura sentado en la Cadeira da Moura, un saliente rocoso que se abre al abismo. La moura saldría del interior de la tierra, que es donde habitan estos seres mágicos, a través del lugar que se conoce como Capela da Preta, situada justo debajo de la silla, transformada en una serpiente de color negro. El joven tiene que dejar que se enrosque alrededor de su cuerpo hasta que sus rostros quedan enfrentados. En este momento, la serpiente abre la boca para mostrar un clavel encarnado que el joven tiene que retirar usando sólo su boca, ya que el resto de su cuerpo está apresado por la moura encantada. Si lo consigue, la joven queda liberada, pero si falla, el encantamiento se amplía y, como castigo, pasarán años, si no siglos, hasta que se le permita a la moura volver a aparecerse para buscar su libertad.

Por lo que sabemos, ningún joven ha sido aún capaz de desencantarla y no se sabe cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a aparecerse en un nuevo intento de liberarse. 

La otra cama, que sí se conserva, se conoce como la Cama dos Nenos y aquí el ritual era para restablecer la salud de los más pequeños. Antiguamente se creía que al igual que la luna influye sobre las mareas, también lo hace sobre los humores internos. Si éstos se desequilibran, producen enfermedades, por lo que tumbar a los niños sobre esta piedra en noches de luna llena restauraban la salud al volver los líquidos internos (humores) al equilibrio.

También se dice que este monte es un antiguo volcán que está inactivo, pero que tiene en su interior una corriente de agua que desemboca en la ensenada de San Simón y es la que provoca las peligrosas corrientes entre la playa de Cesantes y la isla que se han cobrado no pocas vidas.  

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *